sábado, mayo 17, 2008

El Cid lo borda en las Ventas


El pasado 15 de mayo se cumplió un sueño que tenía hace años: poder asistir a una corrida de San Isidro. Gracias a mi amigo Manuel, compañero del curso de periodismo taurino, pude estar en las Ventas aquella inolvidable tarde. Me propuso que eligiera una corrida de la feria y me decidí por la del día 15 porque tenía ganas de ver a mi torero: el Cid y también a los toros del Pilar, pues ya sabemos los aficionados que esta ganadería ha tenido momentos importantes en ferias pasadas.
¿Qué puedo decir de aquella tarde? Fue impresionante. El maestro de Salteras estuvo muy bien en su primero, le pedimos la oreja, pero el presidente parece ser que ese día no estaba por la labor. Sin embargo, salió el quinto,“Portilloso”, un bello animal colorado, de bella lamina y que dio un gran juego, al que el maestro le realizó una de sus mejores faenas en las Ventas. Qué manera de torear con la izquierda en los medios. La plaza parecía que se iba a caer, los olés sonaban impresionantes, las manos me dolían de tanto aplaudir y el corazón se me salía ante tanta emoción y disfrute.
Cuando entró a matar crucé los dedos. Mi compañero de localidad, al que acababa de conocer, y que me demostró ser un gran aficionado, me decía que no quería mirar, pues teníamos ambos miedo de que pinchara, pues sabíamos que el maestro Cid ha pinchado muchas grandes faenas en las Ventas. Pues sí, volvió a pinchar. Me dio mucha rabia verlo pinchar aquel toro, no paraba de lamentarme y Julián, que así se llama el aficionado, me dijo algo que tenía mucha razón: “Bueno, da rabia pero no importa, nadie nos quita ya de haber disfrutado de esta gran faena”.
Quiero agradecer al maestro desde estas líneas del blog, la gran tarde de toros que dio en las Ventas. Mereció la pena el viaje de ida y vuelta a Cáceres. Viniendo en el autobús se me venían imágenes de la gran obra del Cid tan sólo unas horas antes. Incluso me entraba frío por el cuerpo, supongo que de la emoción, pues en el autobús venía puesta la calefacción.
¡Cosas que tiene el toreo, y sobre todo el toreo del más grande: el Cid!

María José Borrega Fresneda.

domingo, mayo 11, 2008

El túnel del miedo

Han publicado en la página de las Ventas el relato taurino que envié hace un par de meses para participar en el concurso que llevan a cabo desde el año pasado.
Lo han resumido porque no puede exceder de treinta líneas, y la verdad es que me ha hecho ilusión verlo. Ya sabía que saldría pues mi compañera Sandra, del curso de periodismo, me lo dijo que saldría y que también lo publicarían en los programas de mano durante la feria de San Isidro.
Lo publico en mi blog, pero completo, sin cortes. Espero que os guste.

El tunel del Miedo:
La Monumental plaza de las Ventas está llena a rebosar. Día grande, máxima expectación. Miradas desafiantes en el patio de cuadrillas. Revuelo de aficionados, mientras, continúa el trasiego de fotógrafos y periodistas buscando a los maestros. Sin embargo, qué inmensa soledad en este rincón oscuro y apartado del patio de cuadrillas. Miro a mi alrededor sin saber lo que busco. Observo a mis compañeros de cartel. Su angustia rasgada se delata en esos rostros aparentemente tranquilos. Sus vidas y la mía unidas por una misma afición. Sus miedos y los míos encadenados por una misma pasión.
Se abre el portón de cuadrillas anunciando el comienzo del festejo. Los tres toreros salimos al ruedo cubiertos por un halo de esperanza e ilusión que nos envuelve cada tarde en seda y oro. Atronadora ovación. Con paso firme, lento, parsimonioso cruzamos el albero. Saludo a la presidencia.
Me coloco en el burladero que está justo enfrente de la puerta de toriles. Es difícil ignorar lo que hay que ver, por eso, clavo mis ojos en ella. Por ahí, por ese túnel oscuro va a aparecer el toro que porta la llave de mis triunfos o fracasos.
Un último suspiro mientras suena clarines y timbales. Su sonido retumba en mis oídos. Parece detenerse este momento, quizás no se detiene, pero los segundos que restan para ver a mi oponente se convierten en interminables .Clavo la mirada en aquel túnel del miedo, en aquella puerta de los sustos por donde saldrá el toro, ese animal que ya trae mi destino escrito en sus pitones.
Solo, en mis adentros, me escucho decir que quiero ser figura del toreo. Por eso el latido de mi corazón se acelera. Miro al cielo y le grito en silencio convencido que oye mis peticiones. Montones de sensaciones se agolpan en mi cuerpo. Creo no ser capaz de salir al ruedo. El sonido del miedo clavado en mi corazón, pero aquí estoy, cara a cara con él, sin recelo.
Podría esquivar esta responsabilidad pero no debo. Podría ahorrarme mis miedos pero no quiero. Podría vivir sin ti torito fiero pero no puedo. Sueño, antes de verte, que eres un toro bello, noble y repetidor. Imagino, antes de tenerte, que tus embestidas humilladas y entregadas me ayudarán a crear la faena perfecta. Así, entre el arte y el deseo voy sintiéndote cerca, cada vez más cerca.
Cierro un instante mis ojos y escucho el cerrojazo que anuncia por fin tu salida. Se abre la temida puerta y el oscuro túnel se llena de luz. Eres impresionante, tu presentación es encomiable. Armonía en tus hechuras y en tus pitones. Colorado, ojo de perdiz, serio, muy serio pero tremendamente bello.
La brisa ligera de la tarde acaricia mi rostro cuando te muestras ante mí. Es como un soplo de vida que me libera de todos esos miedos, dudas e incertidumbres. No puedo menos que admirarte. Te acercas al burladero donde me encuentro. Me miras desafiante, altivo, con esos ojos expresivos que taladran mi alma. Te miro, te admiro, estoy sin palabras.
Mi vida depende de ti, tu vida depende de mí. Tan sólo veinte minutos nos separan de la vida o la muerte, de la gloria o el fracaso. Maravilloso arte éste, de destinos cruzados en un ruedo bajo la atenta mirada de miles de corazones.